Conoció a los saharauis cuando aún vivía el dictador español. Y con ellos fue al desierto a defender la patria invadida en 1975. Vivió los horrores de la guerra y del éxodo en la más absoluta nada. Como enfermera, ayudó a que continuara la vida de un pueblo abandonado a su suerte en los arenales. Y ese pueblo la adoptó y le regaló su aprecio y un nuevo nombre: Fatimetu.
Aprendió su lengua y vivió catorce años en los campamentos como una refugiada más. De su matrimonio con un militante saharaui tuvo dos bellos hijos que saben escuchar los silencios del desierto y hablar las palabras dulces del euskara.
Es Gurutze y es Fatimetu, generosa, euskaldun y saharaui. Por ello cree que se puede hacer más.
Esperamos que te sea interesante.
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